20.12.08

¿Qué te hace periodista?

Una según ella guapísima conductora de noticiero me dijo: "Te vi en el APEC, bien al saco, ahora sí te creo".
Lamento no haber tenido mejores reflejos, porque no atiné más que a sonreirle y a decir "no sabía que un saco subía el IQ,"

¿QuequequequequequeQUÉ?
¿Ahora sí me cree qué cosa?
Estoy furiosa, fu rio sa.
¿Un saco me hace reportera? Estoy segura de que a ella un saco sí la hace conductora, sobretodo porque conozco más o menos su currículum.
Siempre he dicho que no me pagan para pasarme media hora pensando en qué ponerme todas las mañanas, ni para maquillarme como modelito.
Pero esto ya es el colmo.

Su comentario me ha hinchado el hígado. O sea, en polo y tabas no soy periodista, digamos.

Deberían agregar a las currículas de periodismo un curso de vestido y calzado. Y que lo dicte Frida Holler.

Y a esa idiotita ojalá que la parta un rayo. Y yo, prometo entrenarme en mandar a la gente a la mierda sobre el pucho.

19.12.08

Los chicos de Bellas Artes

Estoy fastidiadísima con este tema, la verdad.

No es que piense que haciéndoles notitas todos los días voy a resolver su problema, pero algo ayudaría, por lo menos, a que su problema se despegue del anonimato.

Hace algunos meses el congreso les dio grado universitario, pero de nada va a servir si no adecúan la Escuela al formato de Universidad. Y esto jamás va a ocurrir con las autoridades que tienen. Y tienen un plazo. Así que toda su lucha por el grado se podría ir a la mierda si no consiguen pronto esta reestructuración.

Los muchachos de Bellas Artes necesitan que una autoridad mayor intervenga en la reestructuración de su escuela. Y al ministerio de educación nada parece importarle menos.

Los he acompañado en un par de plantones y he visto en sus ojos dos cosas: impotencia y desconsuelo.

Y nada convoca mi empatía más que estos dos sentimientos.

Por eso me lleva la mierda cuando en mi noticiero no les dan bola. Son muy poquitos, dicen.
Claro, pero cuando se trata de ir a la punta de un cerro a buscar a UNA PERSONA para que denuncie a alguien que a los "dueños" sí les interesa denunciar, ahí sí.

Me pidieron que en vez de Bellas Artes, haga una nota de las colas en el Touring por la revalidación del Brevete. (Porque sí quieren joder al ministro de transportes y Comunicaciones, por no sé que rollo que tienen con la señal).

No soy tonta, entiendo perfectamente de qué va todo este negocio.

Pero eso no quita que me sienta profunda y explosivamente fastidiada.

7.5.08

"Casitos Humanos"

Con el paso de mis días por este ingratísimo oficio, he llegado a niveles de confusión y de incomprensión alrededor de algunos temas. El rating, uno de ellos, es particularmente exasperante.

Pero más me confunde la razón por la que dedicamos horas y sobre todo tiempo de vida de nuestra sensibilidad a los llamados "casitos humanos".
Hoy mi querido jefe me dio uno (y cómo los odio, por dios). Luego de mi caraza de desgano y fastidio, me dijo:

-Qué mala eres cholita, pobre señor, hay que ayudarlo.

La vaina es más o menos así, se trata de un señor como de cuarenta años que un día de trabajo en la Fábrica de Tejidos "La Bellota" (sí, esa de las toallas caras) perdió las dos manos al quedarse atrapado en el rodillo de una lavadora gigante.
La empresa, no es de extrañar, no quiere pagarle la indemnización desde 1996. Él no puede trabajar y recibe una pensión de mierda de trescientos y pico de soles al mes.
(Sólo saquen la cuenta, menú de cuatro lucas treinta días son 120, si come solo una vez al día. Son 240 si come dos veces al día, y si el desayuno le cuesta dos lucas ya son trescientos. No tiene manos, no le vamos a pedir que cocine, ¿no?)
Ha llevado su caso al PJ, pero ya sabemos cómo son las cosas ahí, caso archivado previa rotura de mano esta vez a los jueces o secretarios o quien sea.

¿Cómo podemos ayudarlo? ¿Campaña de Solidaridad? No hay espacio en el noticiero que perder (y eso lo dicen los jefes, no yo)
Es una hipocresía entonces, decir que vamos a hacer este casito para ayudarlo.

¿Para qué hacemos casitos humanos? ¿Para ganar audiencia? Eso no es ayudarlo a él, es un manotazo de ahogado para salvar nuestro humildísimo rating.

Lo que eso nos hace a nosotros, los reporteros, de daño psicológico es bastante más de lo que hacemos por estas personas. Peor aun es saber que esta persona se ilusionó creyendo que por nosotros se va a resolver su problema y la empresa entrará en razón. Darle falsas esperanzas a una persona desesperada es algo sumamente cruel.

Y a mí me saca la mierda esto. El espíritu se te hace mierda. La culpa no me deja dormir, peor todavía cuando la gente me llama para pedirme más ayuda, que les haga otro reportaje, o simplemente que siga escuchando sus miserias. No sé los demás, pero hace días que tengo un insomnio crónico por este y dos "casitos" más.

¿Somos mercenarios? Por lo menos lo parecemos.

No quiero seguir haciendo casitos humanos. Y en la versión más egoísta de mí misma, diré que me hace muchísimo daño hacerle creer a la gente que los puedo ayudar para sacarles lágrimas y luego abandonarlos. No lo haré más.

4.4.08

Sosa y yo



Fue muy divertida la captura de Sosa. Cuando mi jefe me ordenó que me moviera a la comisaría de Barranco y me dijo “Han capturado al último Colina”, la verdad, me cagué de la risa y dije “Qué tal huevón”.


Es que, por desinformada, me sonó totalmente ridículo. Yo no sabía que Sosa estaba en el Perú. Además me parecía estúpido. Siete años en la clandestinidad y ¿justo ahora lo atrapan? Además, ¿en la comisaría de Barranco? Tenía toda la pinta de una de esas bolas que corren de canal en canal, de redacción y redacción, una bola que ha rodado tanto que ya ni siquiera se sabe quién fue el primero en decir “Colina”.

Llamé a personas confiables para que me confirmen semejante pepa, y lo hicieron.
Descoordinaciones de mi mesa a un lado, mediante llamadas compulsivas a mis colegas logré llegar al lugar donde Jesús Sosa Saavedra estaba detenido.

Cuando recién lo sacaron para Medicina Legal, un camarógrafo zorro le preguntó por Fujimori.
--¿Fujimori sabía de Colina?
Sosa asintió con la cabeza.
Luego lo que todos vimos,
--Voy a hablar, quiero hablar, voy a hablar. Fujimori no sabía nada del Grupo Colina, el destacamento existió, Martin Rivas miente y lo voy a demostrar, Montesinos daba las órdenes, etcétera.
Justo ahora. Conveniente, ¿no?

Ojalá que lo citen al juicio a Fujimori, por esas cosas de que luego los Fujimoristas se ponen a llorar como nenitas con eso de la persecución política y los caviares y no sé qué tanta cojudez con la que les encanta ponerse de víctimas.

Al margen de todo lo importante, me gustó esa comisión, me gustó tener la suerte de poder hacerla yo.

Pero lo más divertido fue llegar a la redacción y darme cuenta de que el ochenta por ciento de la gente que trabaja conmigo no tiene ni la más puta idea de quién era Sosa.

Es divertido porque alimenta mi certeza de que trabajo con puros huevones. O con puros ociosos que nunca leyeron ni un solo libro sobre el tema. Osea, si ya no lo hicieron en la universidad, piña pues. Pero mínimo una miradita cuando extraditaron al chino japonés. Digo, no?

31.3.08

Nunca digas nunca, pero...

Todos los días, cuando me siento en la redacción a escribir las tres notas que religiosamente me tocan y justo antes de poner un dedo sobre el teclado, me pregunto, “¿Como qué periodista me gustaría ser?” Peruano, digo.

Confieso que hace algunos años lo tenía más claro. Quería ser como César Hildebrant con la pluma de Bruno de Olazábal.

Ahora no estoy tan segura, porque a diferencia de César Hildebrandt, me gustaría, cuando sea grande, tener un trabajo tranquilo en la medida en que este oficio puede ser tranquilo sin tener que lidiar con lo “cómodo”.

Sigo pensando que me gustaría escribir como De Olazábal, pero también como Beto Ortiz y como Jaime Bedoya, con la precisión de los editoriales de Alvarez Rodrich, con la información de Rosa María Palacios, pero nunca con la necedad de Aldo Mariátegui.

En fin. A lo que me refiero es a que una anda siempre buscando referentes y enviciándose con los escritos de aquellos a los que por timidez no llama colegas.

Y hoy recordaba que como no pude ir a la presentación de “Rajes del Oficio 2”, una amiga me contó los chismes, y el más simpático (y, por cierto, no era un chisme) fueron las palabras de Beto Ortiz. Obviamente no lo recuerdo con exactitud, pero iban más o menos así: “Hildebrandt no quiso venir para no encontrarse con Ampuero, y con la Chichi, Ampuero no quiso venir para no encontrarse con Ortiz, y con la Chichi, Bedoya no quiso venir porque todo esto le llega al pincho, Gorriti no quiso venir para no encontrarse con sabediosquién, yo no sabía si venir porque no me acuerdo con quiénes estoy peleado y tal y tal…”

¿Por qué ocurre una cosa así?

Primero, pienso que en el periodismo todos están destinados a pelearse, por lo menos los más “notorios”. Pero no pues, ¿por qué?.

Y recuerdo que alguna vez hice un recuento de todas las viejas glorias de Caretas, y casi todos están peleados.

Es una cuestión de egos, y mi ego no cree estar equivocado con esto. Los han (o hemos, quizás) endiosado tanto que ahora todos se han tomado taaaaan en serio y son todos taaaan infalibles, que bueno pues… dos soles no pueden brillar en el mismo cielo. Y menos en un cielo tan opaco y gris como el nuestro de cada día.

¡Ni nuestro sol brilla! Y ellos ya se computaron la estrella de Belén, a la que todos deben seguir para conocer a Dios. ¡Por favor!

Por esto, esta misma noche yo me propongo lo siguiente:

  • Jamás me tomaré tan en serio como para creer que todos están equivocados menos yo.
  • Jamás me indignará que algún colega contradiga mi opinión.
  • Jamás pensaré que gracias a mí, un candidato podría ganar una elección (o perderla).
  • Jamás dejaré de estar del lado del que no tiene voz.
  • Jamás diré de ningún ex jefe mío que yo le daba de comer.
  • Jamás trataré de convertirme en noticia.
  • Jamás firmaré un libro escrito por otro.
  • Jamás me creeré la cagada.

    pero sobre todo...

Jamás me tomaré demasiado en serio ninguno de mis jamases, porque nada hiere más el orgullo que un escupitajo en el ojo.

Eso sí: Lo intentaré hasta irme de dientes con alguna malvada realidad en la que yo ya no quiera ser periodista.


13.3.08

Comisiones imposibles (Mi jefe 2)

Mi jefe, ya lo conocen, tiene fascinación los días más calurosos de febrero, sentarse bajo el aire acondicionado de la oficina, desayunar juguitos y sánguches calientes y, sobre todas las cosas, no chambear.
La totalidad del cuadro de comisiones proviene de:

-Órdenes de los jefes mayores.
-Mermeladas.
-Pepazas que escucha en Radio Programas.
-Microondas de canal 4 y canal 9.

Es una delicia verlo trabajar con tanto ardor, la verdad. Apenas ve que el asqueroso ingeniero Molina de la Municipalidad de Lima está anunciando vía microondas que cortará el tráfico de alguna avenida por obras, empieza a gritar: “Cholita corre ahí adonde está la gente del municipio, vuela que no llegamos” Ipso Facto llama al otro asqueroso Julito Alzola para que nos espere. Pregunto ¿Acaso los jefes de informaciones se enteran de estas cosas por la tele? ¿Acaso no le llegó la nota de prensa?

Pero lo realmente increíble es cuando –a la merfi- no tiene temas. Días en los que en toooooooodo Lima, no hay noticias. Entonces mi jefe urde un brillante plan de operaciones. “Hoy vamos a hacer un ejercicio, cholita. Ándate a las comiserías (sic) y fíjate a ver qué hay, y déjale mi número a los policías para que me avisen cualquier cosita” . Já. Las pelotas.

Ese mismo día, cuando empiezan los noticieros a las 10 de la noche, nos damos cuenta (él no) En Lima sí hubo noticias. Pepas, noticias bacanes. Pero quizás él no tuvo tiempo de levantar el teléfono y llamar a las poderosas fuentes de las que se jacta. Estaba muy ocupado bajo el aire acondicionado de la oficina desayunando juguitos y sánguches calientes.

Qué tal concha.

11.3.08

Mi Jefe

Mi jefe es un pobre diablo. Por supuesto, en mi opinión. Me aguanto las ganas de publicar quién es porque su nombre en Google no genera más entradas que un pobre comentario suyo en una página web caduca.

Antes, la sola idea de despedazarlo por escrito (aunque sólo fuera a leerme yo misma) me producía mucho miedo. En particular, miedo de convertirme en una persona cruel. Pero ahora he descubierto que él es un tipo cruel y sin escrúpulos. Un hipócrita, un arribista, un chicheñó con sus jefes y un hijodeputa con sus peones.

Un buen maestro me dijo una vez que en el periodismo no hay amigos, no hay lealtades y no hay sonrisas sinceras. No es que lo tome a pie juntillas, pero el rebaño del que mi profe habló con tanta frialdad debe ser el mismo de donde proviene mi jefe.

Su pasado: Coleguita de congreso. Publicaba una o dos notas sobre proyectos de ley inservibles en su diario y pasaba a fin de mes por la oficina de algún congresista a recoger su cheque. Así, qué fácil no?

Mi jefe no tiene puta idea. Su día de trabajo consiste en gilearse a la redactora (que será un capítulo aparte) y lamerle el culo a sus dos jefes. Nos manda a cubrir comisiones que no tienen pies ni cabeza.

¿Cuántas veces le habremos salvado el poto? Porque claro, ya que estás en Puente Piedra, por pánico al aburrimiento una termina buscándose alguna nota (que en realidad siempre hay) y volviendo a la oficina con un tema redondo, que no tiene nada que ver con lo que mandaron porque lo que mandaron no existía.

Una vez me mandó a San Diego porque el río se había desbordado. Al llegar, no solo no había inundación, ¡sino que el río estaba seco!

Su creatividad se puede cuantificar en números negativos. Obtiene sus pepas escuchando radioprogramas. Y RPP (capítulo aparte) está lleno de reporteros farsantes que transmiten en vivo noticias más bambas que panelista de Laura Manson.

El suelo en el trabajo permite predecir terremotos y quizás los gringos ya se hayan dado cuenta de lo que es obvio. Mi jefe no sirve. Pero mientras sea mi jefe, no me queda más que permitirle que crea que lo respeto.

 
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